jueves, julio 31, 2008

Jazz del mundo desde Europa

Sant Feliú de Guíxols en la Costa Brava conjuga perfectamente la historia y la tradición marítima con la cultura y lo hace a travez de un festival multidisciplinario que se lleva a cabo entre julio y agosto de cada año, este evento es el Festival Internacional de Porta Ferrada, es allí donde este último sábado nos deleitó el extraordinario Herbie Hancock presentando en vivo 'River' The Joni Letters, un trabajo integramente dedicado a la talentosa Joni Mitchell, trabajo que por otro lado le valio el Grammy al Mejor Álbum de 2007. En el predio al aire libre instalado al pie de un acantilado a pocos metros del puerto de Sant Feliú de Guíxols se respiraba un relajado ambiente antes del concierto, el elegante idioma francés se escuchaba por la rambla, uno supone que la cercanía con Francia, la diferencia en los precios con España y la formidable cita musical fue algo que evidentemente muchos franceses no pudieron resistir.
Los viejos jazzeros se iban congregando para (lógica e infaltablemente) beber algo y escuchar las pruebas de sonido, la cuales fueron acompañada por mucho brindis y aplausos permanentes desde un bar que la organización montó cruzando la calle.

Al comenzar el concierto fuimos recibidos, por lo que el presentador del evento dió en llamar, 'un aperitivo', que consistió en la ejecución de tres temas en solitario del guitarrista de Hancock. Un moreno nacido en Benin, Lionel Loueke, tres temas de lo que se podría denominar 'World Músic', tres temas, que no sólo fueron larguísimos ( 35 minutos aprox.) sino que fueron insoportables para mi, al igual que la mayoría del World Músic y el New Age, o talvez sería que la expectación se acrecentaba y uno no veia la hora.
Luego del aperitivo, llegó el plato fuerte, salieron todos al ruedo, encabezados por 'un siempre joven' Herbie Hancock, quien presentó una banda que sin duda es de lujo, con solo nombrar a Dave Holland comprar la entrada ya valió la pena, luego el baterista ex Zappa, ex Joni Mitchell, ex John McLaughlin, ex Bill Evans, ex Sting, ex Richard Bona, ex etc, etc, etc, háblo de Vinnie 'Catholic Boy' Colaiutta. Por último el saxofonista Chris Potter que antes de tocar con Herbie Hancock fue compañero de Dave Holland, luego llegó la presentación de las cantantes: primero la blonda Sonya Kitchell que nada que ver con 'Mitchell' y la morena Amy Keys que tampoco mucho que ver con 'Mitchell'.
Es que, es imposible, Joni Mitchell tiene una estatura como cantante que si Herbie Hancock hubiese contratado 5 singers no lo hubieran logrado, claro; aunque el talento como compositora de Joni Mitchell fue dignamente salvaguardado en este concierto, debo hacer honor a la verdad.
El repertorio del concierto fue el siguiente Actual Proof, River, All I Want, When Love Comes to Town ( donde las chicas se lucieron mucho y a lo grande! ), 7teens, luego el inolvidable y oportunamente registrado solo de Dave Holland, siguiendo A Song For You, Cantaloupe Island, y para el bis Chamaleon del primer álbum de HeadHunters.
Lo impresionante del show fueron los encuentros entre Herbie Hancock, Dave Holland y Herbie Hancock, Vinnie Colaiutta, claro está, ellos tres fueron el fuego sagrado de un Jazz con Mayúsculas en esa cálida y relajada noche, lo de Chris Potter estuvo a la altura, la mayor parte del concierto, es que, es imposible que no fuera así teniendo en cuenta el nivel de sus compañeros.
A Lionel Loueke se lo vio muy en la suya, pero sospecho que fue imposible que no sintiera (aunque sin verlo) la fulminante mirada de Dave por momentos, y salvo al principio con su 'música del mundo', cumplió, quedó claro tambien, que el de Benin es apadrinado en escena por Mr.Hancock.
Que Herbie Hancock es un monstruo sagrado lo sabemos todos y de sobra y lo demostró una vez más allí en vivo, que Vinnie Colaiutta tiene mucho más que oficio, es un drummer completo (que novedad).

Capítulo aparte para Dave Holland , Uff!!! hay cosas que no se pagan con dinero y ver a este artista es una de ellas, (y menos mal, con tanto concierto, viajes, cenas y hoteles quedé en bancarrota).
Dave Holland es un genio, y lo repito, es una genialidad la manera en que acompaña a Herbie Hancock en todo el sentido musical y escénico, recuerdo, lo hizo de la misma manera cuando le toco acompañar al eterno Miles Davis.Hace unas semanas pude disfrutar el extraordinario trabajo en vivo (y consiguiente solo de contrabajo) del magnifico Stanley Clarke en Cap Roig, para luego ver a este monstruo, cuando uno ve a esta gente lo primero que agradece a Dios es contar con el sentido del oido, además del de la vista, claro. Dave Holland no es un músico 'normal' y aunque todos lo sepan, quiero dejarlo bien claro.
Terminado el concierto los espectadores, como buenos europeos se retiraron todos, rapidamente y en fila, quedamos unos 10 o 15 enfermos para lograr algún album firmado, es comprensible claro, que de los 10 enfermos, 9 quisieran la firma de Hancock aunque no lo lograran, imagine, con su edad y tanto firmado, quien podría?
Así que, estudiado todo movimineto mi estrategia esta vez fue conseguir un disco firmado por Dave Holland y luego otro por Vinnie Colaiutta, y por suerte lo logré; después de todo, porque no iba a lograrlo? O a fin de cuentas, ellos no son gente común, normal y corriente como somos nosotros? Yo creo que sí.
Aunque luego de verlos y escucharlos se me hace muy difícil mantenerme en mi creencia.

Colaboración gentil, desde España, Alejandro Alvarez

jueves, julio 24, 2008

El Black power, grosso

Días atrás miraba en ESPN la entrega de los premios ESPY, una especie de Oscar al deporte pero con la participación del público en la elección de los mejores.
Una fiesta bien paqueta en Los Angeles, en reconocimiento a los más destacados deportistas del planeta, con un fuerte predominio a los millonarios jugadores de basquet, football, hockey, baseball y golf, norteamericanos.
En esa fiesta hubo un punto alto de emotividad. De esas cuestiones que suelen conmover. F
ue cuando se entregó el premio a la valentía "Arthur Ashe", el primer jugador de color en ganar un torneo grande de tenis (US Open, 1968). Ashe luchó por los derechos de los deportistas afroamericanos tratados, literalmente, como mierda.
Ashe luchó también en su vida contra las políticas del apartheid en Sudáfrica, mucho antes incluso de que la práctica se volviera moda. No obstante no le gustaba ser un símbolo y nunca quiso convertirse en un vocero de los negros radicales.
En su honor, los ESPY reconocieron a dos medallistas olímpicos negros en México 68 llamados Tommie Smith y John Carlos. Smith y Carlos pasaron a la historia con los puños enguantados en un podio al que fueron con medias negras. Para ello, y ahora que estamos en vísperas de los Olímpicos de Beijing, tomé prestada una editorial publicada por Clarín, por el periodista Ariel Scher.

Era lo que se sentía: México quemaba. No por las densidades del clima ni tampoco por las vibraciones intensas del deporte. No era calor, sino fuego lo que gobernaba el México de octubre de 1968, con la ciudad capital convertida en sede de los Juegos Olímpicos y una sucesión de récords sacudiendo la estadística. Dos puños en alto, dos puños negros enguantados en más negro, alcanzaban para hacer arder de pasión y de furia, de reclamo y de asombro, a todo lo que había alrededor. Tommie Smith y John Carlos, los dueños de esos puños hechos bandera, acababan de salir primero y tercero en la final de los 200 metros. Y subieron al podio para buscar más que medallas. Lo consiguieron: nadie pudo parar de mirarlos.
Smith y Carlos construyeron un gesto que dio la vuelta al mundo y que se instaló con forma de afiche en la historia social del siglo veinte. Sus puños alzados representaban el símbolo del "Black power" (Poder negro), el movimiento en el que se resumían las protestas y las aspiraciones de la comunidad negra en los Estados Unidos. Era un tiempo de convulsiones: Martin Luther King, el líder más notorio de esa comunidad, había sido asesinado en abril del 1968. Era un tiempo de fervores: sueños de cambio brotaban desde todas partes y la realidad era, en esencia, algo que podía ser transformado.
Tommie Smith, un estudiante de sociología de la Universidad de San José, tenía entonces 24 años y había jugado al fútbol americano y al basquetbol casi con la misma destreza con que corría. Su talento deportivo no le hizo tomar distancia de otras cuestiones y participó de los debates de los deportistas negros sobre el rol que les correspondía en las luchas reivindicatorias. Y si celebró su éxito dándole forma a una inolvidable protesta fue por dos razones: la primera, la más evidente, es que sentía en el alma la necesidad de manifestar su identidad y su bronca; la segunda, acaso menos notoria, es que detrás de esa protesta había todo un proceso político.
De frente a los Juegos de México, el racismo estaba en el centro de la escena. El Comité Olímpico Internacional (COI) se había destapado los oídos ante las demandas de diversos organismos y personas, y dejó fuera de competición a Sudáfrica y a Rhodesia, como sanción por el segregacionismo imperante en ambos países. Pero los atletas negros de los Estados Unidos querían más. Buscaban respuestas para los problemas específicos de su país. Los Juegos Olímpicos, un verdadero espacio político, resultaban toda una oportunidad.
En el año anterior a México, muchos deportistas discutieron sobre la conveniencia de participar o de boicotear la cita olímpica. "Si yo gano, soy un americano, no un americano negro. Pero si lo hago mal, entonces me llaman 'negro'", fue la consigna de cabecera que enmarcó los análisis. Finalmente la mayoría decidió ir. Y no con una actitud prescindente: el día en que arribaron a la Villa Olímpica, John Carlos y el saltador Ralph Boston exhibieron un cartel con la inscripción "Proyecto Olímpico para los Derechos Humanos".
Con esa historia detrás, el 17 de octubre vino la final de los 200 metros, la victoria de Smith, y la demostración del podio.
John Carlos afirmó: "Cuando Tommie Smith y yo alzamos nuestros brazos con las manos enguantadas y cerramos de a poco el puño, quisimos marcar que los negros nos dividimos mucho tiempo, pero ahora estamos completamente unidos".
Para el Comité Olímpico de los Estados Unidos fue demasiado: resolvió expulsar a Smith y a Carlos de la Villa Olímpica. La decisión suscitó indignaciones. Desde una ventana, un sábana blanca cobijó una leyenda que sintetizaba la mirada dominante de los atletas. Decía "Abajo Brundage". Avery Brundage, un millonario estadounidense, era el presidente del COI.
De todas las polémicas que despertó el castigo a los atletas, una es más que llamativa. En 1936, el COI no tomó ninguna medida contra los deportistas alemanes que durante los Juegos de Berlín desfilaban haciendo el saludo nazi. En ese entonces, se adujo que nadie era reprendido porque "no había que mezclar la política con el deporte". Curiosamente, a Smith y a Carlos los sancionaron por esa misma razón. Claro que mientras el saludo nazi implicaba congraciarse con el poder de turno, el gesto del Poder Negro significaba un desafío a los que mandan.
Después vinieron los ecos inmensos. Y una frase sonó más que todas: "La dignidad de los negros vale más que lograr una medalla de oro para los Estados Unidos". Hablaba Tommie Smith, deportista, convencido, campeón, un hombre que había ganado la carrera que más le importaba.

sábado, julio 19, 2008

Juventud, tesoro divino

Estuve viendo "Luca", la película o documental musical de Rodrigo Espina sobre uno de los íconos del rock argentino.
Fue el estreno en Santa Rosa y me retiré del Jockey -no el viejo, donde solía escucharlo sino en el nuevo escenario, unos metros más adelante sobre la misma calle 9 de julio- con una sensación linda. Escuché aplausos, gente riéndose y muchachos y muchachas de treinta y pico que quisieron subirse a la máquina del tiempo con efecto rewind.
¿Qué te pareció la peli? -le pregunté a un amigo y hasta que no me lo dijo, no sentí lo que le pasaba a él.
"Es linda, está buena, aunque podría estar mejor, con otras cosas... pero no hay temas en castellano" -me dijo.
"Es que Mollo y Arnedo no quisieron, supuestamente, porque sentían que se estaba lucrando con Luca" -le respondí.
Una pena, es cierto, que se genere ese vacío por cuestiones que van más allá de un lucro (creo que todo pasa por una historia de divismo). Me enteré también que la juntada de Sumo en el Pepsi no fue una "juntada" más. Hubo mucha plata para que Superman, Mollo, Daffunchio, Petti, Sokol y Arnedo, hicieran algunos temas. Pero sin el Pelado se produce el mismo vacío que se siente en la peli.
Nunca fui un fanático de Sumo o Luca en particular, pero sí alguien que escuchó la historia de sus recitales aplanadores en Obras, Cemento o donde sea.
Está bueno el trabajo de documental que logra Espina, porque habla Luca y hablan sus amigos y familiares. Su madre Cecilia, Stephanie, Timmy, Andrea, Gillespie... Hay una recorrida por Londres, Italia y Argentina. Hablan sus mujeres y rescatan el encanto de Prodan como un caballero.
Su lucha para vencer a la heroína y ese cielo gris del que habla, consciente de su último viaje, que parece caérsele encima. Y el cierre con Fuck You, en un combo de recitales editados. "¡La mierda! ¡Qué banda!" dije. Hubiese estado bueno ser parte de eso.

- A mi me gustó.
- Sí, a mi también, pero me quedo mal...
- ¿Triste?
- Un poco.

Supongo que a todos nos pasará lo mismo. Y todos se harán la misma pregunta: ¿Qué hubiese pasado con Luca vivo?
Tal vez no sería la leyenda que es hoy. Nos dejó su legado y eso está bueno. Lo refleja la película. Si tienen oportunidad de verla, haganlo. Es como vivir durante una hora y media en la juventud del pasado, nuestro divino tesoro.
Silamim