El es un gran chimango
Es una danza naturalmente bailada;
es un baile naturalmente danzado.
Pero a campo abierto también es una lucha,
por la supervivencia.
De eso se trata.
Son los gritones chimangos amaestrados,
los que van por la presa.
Son los danzarines gigantes del aire,
los que hablan hambrientos.
Son los reyes del llano, también sedientos,
dispuestos a no resignar un precioso trozo de algo,
invitación de un banquete perfecto.
Pero son dos en el mismo plan,
que se hacen tres, cuatro y cinco...
El llega primero. Y está solo en el circo romano
frente a los violentos que sobrevuelan
instintivamente asesinos.
Ellos son los kamikazes del llano.
Pero él es un gran chimango,
valiente, dispuesto a morir en el ruedo.
El arrebato es imposible;
la valentía de una imagen que se triplica es asombrosa.
Alrededor pega la resignación
y las amenazas se esfuman, fracasadas,
surcando los aires medanosos.
Silamim
miércoles, noviembre 29, 2006
miércoles, noviembre 22, 2006
Poema
Complicidad idiota
Que golpe, tan torpe,
de humanidad.
Que negro, tan negro,
de soledad.
Qué clase de sangre corre en tus venas
que se derrama en las mías?
Qué dolor te condena a esa dulce pena,
que apenas mi corazón?
Qué droga, tan vicia, la de la codicia,
que te acaricia?
Qué blanco ideal
el que vuela las setenta veces
tu cerebro mudo,
que te despierta instintivamente con motores de aliento, virulento?
Qué palabras te alarman, que te levantas,
caminas y te abalanzas?
Eres la pena viviente;
el títere inquieto;
el alcohol animalado;
el servil automático;
el feto del hombre que nunca serás.
Porque los días pasan Irremediosamente.
Tal vez mañana despiertes
con tus brazos esposados en invisibles hilos.
Y un tatuaje de sombra gigante harto de ti.
Harto de una complicidad idiota.
Harto de ser ya un idiota cómplice.
Lejos, muy lejos,
junto al fuego profano.
Silamim
(pal' jp)
Que golpe, tan torpe,
de humanidad.
Que negro, tan negro,
de soledad.
Qué clase de sangre corre en tus venas
que se derrama en las mías?
Qué dolor te condena a esa dulce pena,
que apenas mi corazón?
Qué droga, tan vicia, la de la codicia,
que te acaricia?
Qué blanco ideal
el que vuela las setenta veces
tu cerebro mudo,
que te despierta instintivamente con motores de aliento, virulento?
Qué palabras te alarman, que te levantas,
caminas y te abalanzas?
Eres la pena viviente;
el títere inquieto;
el alcohol animalado;
el servil automático;
el feto del hombre que nunca serás.
Porque los días pasan Irremediosamente.
Tal vez mañana despiertes
con tus brazos esposados en invisibles hilos.
Y un tatuaje de sombra gigante harto de ti.
Harto de una complicidad idiota.
Harto de ser ya un idiota cómplice.
Lejos, muy lejos,
junto al fuego profano.
Silamim
(pal' jp)
jueves, noviembre 16, 2006
Poema
Huracán animal
Cumbianderamente estoy
bajo el humo sordo,
navegando en un mar de alcohol.
La baja sucia edad me mira
amenazantemente furiosa.
Y a un metro, un ojo que revienta ensangrentadamente.
"Piñas van, piñas vienen
hay cumbieros que se mueven".
Mientras, las almas se hipotecan,
los brazos se entumecen,
los hígados se parten,
y la cabeza se contorsiona
en un huracán de instinto animal.
¡Gong!
Es el final.
Y los brazos homogéneos se hacen cuatro.
Hay vencedores y vencidos.
Pero no importa.
El dolor se interioriza solitariamente cuando los segundos se multiplican.
Lastima el intento.
Pero ellos prefieren morir en eso,
a cambio de un peso que será invertido en cerveza.
Yo, como fisgón del acto, prefiero agua.
Silamim
Cumbianderamente estoy
bajo el humo sordo,
navegando en un mar de alcohol.
La baja sucia edad me mira
amenazantemente furiosa.
Y a un metro, un ojo que revienta ensangrentadamente.
"Piñas van, piñas vienen
hay cumbieros que se mueven".
Mientras, las almas se hipotecan,
los brazos se entumecen,
los hígados se parten,
y la cabeza se contorsiona
en un huracán de instinto animal.
¡Gong!
Es el final.
Y los brazos homogéneos se hacen cuatro.
Hay vencedores y vencidos.
Pero no importa.
El dolor se interioriza solitariamente cuando los segundos se multiplican.
Lastima el intento.
Pero ellos prefieren morir en eso,
a cambio de un peso que será invertido en cerveza.
Yo, como fisgón del acto, prefiero agua.
Silamim
jueves, noviembre 09, 2006
Harry Houdini
El escapista consiguió su fama gracias a las operaciones secretas que realizaba. Un libro reveló la verdad sobre el hombre que fue un mito de la magia
Numerosos ensayos y películas trataron la vida de Harry Houdini pero en el ochenta aniversario de la muerte de ese mago de fama mundial un nuevo libro revela su secreto mejor guardado: el gran ‘escapista‘ fue un espía.
La Vida Secreta de Houdini, que se publicó en Nueva York, repasa la biografía del artista desde la extrema pobreza que lo acompañó en sus primeros años hasta que le llegó el éxito internacional, su faceta de espía y el supuesto complot que acabó con su vida, la noche más mágica del año, la de Halloween.
El experto en magia William Kalush y el escritor Larry Ratso Sloman dedicaron varios años a consultar cerca de 700 mil folios de notas y documentos que les hicieron llegar a la conclusión de que el ascenso de la carrera del mítico mago se debió a un oficio más mundano, el espionaje.
Los autores vieron la luz cuando cayó en sus manos el diario de William Melville, el jefe del incipiente servicio secreto británico -el MI-5- de principios del siglo XX, en que se hacen numerosas referencias a Harry Houdini.
Según el texto, Ehrich Weiss, nombre ‘terrenal‘ del mito de la magia, mantuvo durante años contactos clandestinos con los servicios secretos de Estados Unidos y Reino Unido para informar de lo que veía en sus múltiples viajes alrededor del mundo. Todo ello a cambio de que lanzaran su carrera a nivel internacional.
Lo cierto es que, tras casi una década actuando en pequeños museos por el precio simbólico de un dime (diez centavos de dólar), de repente su magia llenó primero las portadas de los periódicos de Chicago, y posteriormente de todo Estados Unidos.
Las páginas de la biografía apuntan a un acuerdo de ayuda mutua con la policía de Chicago como impulsor de su mito.
Un hecho similar sucedió en Inglaterra, donde Houdini entró en contacto con Melville, quien le proporcionó varios contratos de actuación por toda Europa a cambio de que realizara labores de espionaje y contraespionaje para Scotland Yard.
Gracias a su fama mundial, durante los primeros años del siglo XX el ‘escapista‘ de origen húngaro informó puntualmente a los servicios secretos norteamericanos y británicos de las actividades de la policía alemana y siguió de cerca las actividades de los anarquistas rusos.
Sin embargo, en 1920 la muerte de su madre dio un giro a su actividad como espía, y a partir de ese momento dedicó todos sus esfuerzos a desenmascarar a adivinos, médium y todos aquellos que creían que podían contactar con los muertos, ya que los consideraba unos farsantes.
Esta cruzada le llevó a enemistarse con uno de sus grandes amigos, Sir Arthur Conan Doyle, escritor que dio vida a Sherlock Holmes. Durante muchos años lideró el movimiento espiritista y consideraba a Houidini un poderoso médium.
El libro sugiere que la caza de brujas iniciada por Houdini pudo provocar que ese movimiento urdiera las dos agresiones físicas que sufrió el ilusionista los días previos a su muerte, y que le causaron las lesiones internas que provocaron su fallecimiento, tras realizar su última actuación en Detroit.
Los antecesores de Houdini
Houdini no fue el primer ilusionista de la historia en colaborar con los servicios de espionaje. Antes, a mediados del siglo XIX, el francés Jean Eugene Robert-Houdin fue enviado por su gobierno a una de sus colonias, Argelia, para atemorizar a los nativos con el poder de la magia francesa.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el ilusionista norteamericano Joshep Dunninger colaboró con las fuerzas armadas de los Estados Unidos para mejorar sus técnicas de camuflaje.
En los años 50, la agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA) contrató al taumaturgo John Mulholland para que entrenase a los agentes, por ejemplo, para que pudieran introducir drogas en la bebida de sus objetivos.
Y durante la Guerra Fría, los desertores de Alemania del Este eran evacuados del país en coches que contaban con cajas en el maletero iguales a las que usaban los ilusionistas en los escenarios para sus trucos de desaparición.
Numerosos ensayos y películas trataron la vida de Harry Houdini pero en el ochenta aniversario de la muerte de ese mago de fama mundial un nuevo libro revela su secreto mejor guardado: el gran ‘escapista‘ fue un espía.
La Vida Secreta de Houdini, que se publicó en Nueva York, repasa la biografía del artista desde la extrema pobreza que lo acompañó en sus primeros años hasta que le llegó el éxito internacional, su faceta de espía y el supuesto complot que acabó con su vida, la noche más mágica del año, la de Halloween.
El experto en magia William Kalush y el escritor Larry Ratso Sloman dedicaron varios años a consultar cerca de 700 mil folios de notas y documentos que les hicieron llegar a la conclusión de que el ascenso de la carrera del mítico mago se debió a un oficio más mundano, el espionaje.
Los autores vieron la luz cuando cayó en sus manos el diario de William Melville, el jefe del incipiente servicio secreto británico -el MI-5- de principios del siglo XX, en que se hacen numerosas referencias a Harry Houdini.
Según el texto, Ehrich Weiss, nombre ‘terrenal‘ del mito de la magia, mantuvo durante años contactos clandestinos con los servicios secretos de Estados Unidos y Reino Unido para informar de lo que veía en sus múltiples viajes alrededor del mundo. Todo ello a cambio de que lanzaran su carrera a nivel internacional.
Lo cierto es que, tras casi una década actuando en pequeños museos por el precio simbólico de un dime (diez centavos de dólar), de repente su magia llenó primero las portadas de los periódicos de Chicago, y posteriormente de todo Estados Unidos.
Las páginas de la biografía apuntan a un acuerdo de ayuda mutua con la policía de Chicago como impulsor de su mito.
Un hecho similar sucedió en Inglaterra, donde Houdini entró en contacto con Melville, quien le proporcionó varios contratos de actuación por toda Europa a cambio de que realizara labores de espionaje y contraespionaje para Scotland Yard.
Gracias a su fama mundial, durante los primeros años del siglo XX el ‘escapista‘ de origen húngaro informó puntualmente a los servicios secretos norteamericanos y británicos de las actividades de la policía alemana y siguió de cerca las actividades de los anarquistas rusos.
Sin embargo, en 1920 la muerte de su madre dio un giro a su actividad como espía, y a partir de ese momento dedicó todos sus esfuerzos a desenmascarar a adivinos, médium y todos aquellos que creían que podían contactar con los muertos, ya que los consideraba unos farsantes.
Esta cruzada le llevó a enemistarse con uno de sus grandes amigos, Sir Arthur Conan Doyle, escritor que dio vida a Sherlock Holmes. Durante muchos años lideró el movimiento espiritista y consideraba a Houidini un poderoso médium.
El libro sugiere que la caza de brujas iniciada por Houdini pudo provocar que ese movimiento urdiera las dos agresiones físicas que sufrió el ilusionista los días previos a su muerte, y que le causaron las lesiones internas que provocaron su fallecimiento, tras realizar su última actuación en Detroit.
Los antecesores de Houdini
Houdini no fue el primer ilusionista de la historia en colaborar con los servicios de espionaje. Antes, a mediados del siglo XIX, el francés Jean Eugene Robert-Houdin fue enviado por su gobierno a una de sus colonias, Argelia, para atemorizar a los nativos con el poder de la magia francesa.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el ilusionista norteamericano Joshep Dunninger colaboró con las fuerzas armadas de los Estados Unidos para mejorar sus técnicas de camuflaje.
En los años 50, la agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA) contrató al taumaturgo John Mulholland para que entrenase a los agentes, por ejemplo, para que pudieran introducir drogas en la bebida de sus objetivos.
Y durante la Guerra Fría, los desertores de Alemania del Este eran evacuados del país en coches que contaban con cajas en el maletero iguales a las que usaban los ilusionistas en los escenarios para sus trucos de desaparición.
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