miércoles, diciembre 03, 2008
domingo, agosto 31, 2008
El Ghenpín de mi blog
La biografía de Juan C. Bustriazo Ortiz (La Pampa -entonces Territorio Nacional-, 1929) informa sobre su paso por la Policía de su provincia como radiotelegrafista, puesto al que iba a renunciar en 1959; un trabajo como agrimensor y minero; el oficio de linotipista en el diario La Arena , de Santa Rosa.
viernes, agosto 29, 2008
Homenaje
Pero el jueves quise salir rápido del tedio de siempre, ese de escribir resultados de tenis o fútbol, porque la propuesta me sedujo en su integridad. Se homenajeaba en el auditorio Juan Carlos Bustriazo Ortiz del CMC a Guillermo Mareque, acaso el guitarrista más talentoso que dio la provincia de La Pampa.
Luego Edgar Morisoli se sentó solo, frente al público, en el medio del escenario y leyó su poema "El desgajado", inspirado en la imagen y la particular y dramática historia de vida del guitarrista.
El cierre tuvo a Nadia Grandón (foto de WB) en una performance de su marca, con el video de fondo rodado en Toay dirigido por el Vasco Urioste. En simultáneo convivieron el video, la danza y la exquisita versión de "Calandria mora" de Mareque interpretada por Juan Cruz Santajuliana y Alberto Gatica, quien hizo los arreglos de violoncello.
Una buena manera de, en pocos minutos, recordar a un personaje tan necesario como importante para el desarrollo de nuestro cancionero popular y nuestra identidad como habitantes de un chito chato en altura.
martes, agosto 26, 2008
¿Ginóbili o Nocioni?
Es mundial, es enorme el planeta en el que ha desembarcado Emanuel David Ginóbili y, para muchos, es el mejor jugador argentino de basquetbol de la historia. Me incluyo, claro, no puedo ser tan tonto de apartarme de esa definición. Pero voy con el Chapu.
Manu tuvo el tobillo destrozado ante Estados Unidos y nos quedó ese amargo sabor en la boca , porque ni él, ni Chapu, ni Oberto, jugaron en su real dimensión ante los yanquis.
Pero Chapu logró algo que Manu no: emocionarme. Se me cayeron una, dos, diez… no sé cuántas lágrimas viéndolo correr en una pata, robando pelotas y gritándole a sus compañeros en la definición por la medalla de bronce ante Lituania en los recientes Juegos Olímpicos de Beijing. Al igual que Manu, Chapu sabe lo que es el oro. Y no le importó que los millones de los Bulls o un llamado de la franquicia que se hizo grande con la aparición de un tal Michal Jordan, fueran en contra de su corazón.
Ginóbili vivió pendiente de ello siempre, de si llamaba Pop de los Spurs antes de ir a China, en China y hasta cuando –desafortunadamente- volvió a lastimarse.
A Nocioni se le rompió la rodilla, pero la ató con alambres, como el paisano reumático que tiene que salir a arrear las vascas. Le importó tres guindas romperse del todo y su corazón fue tan grande y tan fuerte, que potenció sus deseos de volver a subir a un podio olímpico.
Si lo dice Fidel…
Según Castro, en boxeo "los jueces les robaron descaradamente las peleas a dos cubanos en semifinales". "Estaban condenados de antemano", afirmó. Y disparó: "Cuba jamás ha comprado un atleta o un árbitro". El país centroamericano había finalizado en el undécimo lugar en Atenas 2004, mientras que en Beijing quedó vigésimo. Consiguieron 24 medallas, pero sólo dos de oro.
"Nuestro país no practica el chovinismo ni comercia con el deporte, que es tan sagrado como la educación y la salud del pueblo", agregó.
Por su parte, Raúl Castro, su hermano y actual presidente, fue a recibir a sus deportistas. Se les leyó un mensaje, en el cual destacaban la "entrega total" y que la delegación olímpica "se ha ganado el respeto de sus compatriotas, que reconocen sus méritos" y que sabe valorar "por encima de medallas el significado de competir con honor y de regresar con el escudo de la patria en alto".
martes, agosto 12, 2008
De ida y vuelta
repecho oscuro,
dejé tanto a mi espalda
que ni me apuro.
Ya de ser voy dejando,
me vuelvo arena,
como aquel río Salado
que una vez fuera.
Andando suele el hombre
tener dos huellas
una que lleva lejos
la otra regresa.
Corazón querenciero,
si usted me afloja
me vuelvo ahorita mismo
pa' Santa Rosa.
No sé en qué madrugada
daré la vuelta
por eso ir pa' adelante
tanto me cuesta.
Siempre vuelvo en las noches
desde tu ausencia,
huella de rastro fresco,
lenta paciencia.
Tanto amor distancioso
mi niña amada,
quemará nuestras bocas
tal vez mañana.
Piedra, huella y espinas
cuando se aleja,
violeta flor de cardo
cuando regresa.
Corazón querenciero,
si usted me aguanta
me vuelvo ahorita mismo
para La Pampa.
No sé en qué madrugada
daré la vuelta,
por eso ir pa' adelante
tanto me cuesta.
Letra: Roberto YACOMUZZI
Música: Lalo MOLINA
viernes, agosto 08, 2008
¨Poema
Maldito el infinito
Infinito de almas está el cielo de las penas.
Infinito de estrellas está el cielo de ausencias.
Infinito de amor, el corazón.
En el fondo del camino
angustiosamente alumbrado
por las huestes planetarias
con la luna y las estrellas como intrusas
capaces de inspirar el dolor más bello
del amor efímero de jinetes y amazonas montados en corceles de papel.
Y ahí, como habitante de ese paraíso tenebroso,
la cenicienta es capaz de posarse otra vez en el pedestal más alto
y enamorar con su perfume de rosas y jazmines
mientras descalza de un pie
invita al umbral de la tentación.
El príncipe oportuno desviste sus ropas,
se acomoda su cabello, va tras ella y la admira.
La contempla impávido en el telón invisible que emiten sus ojos.
Es apenas una ilusión abstracta, impalpable.
Como el infinito mismo de los días
que tenaz ataca con sus garras más violentas
para maldecirlos por vez última.
Silamim
jueves, julio 31, 2008
Jazz del mundo desde Europa
Los viejos jazzeros se iban congregando para (lógica e infaltablemente) beber algo y escuchar las pruebas de sonido, la cuales fueron acompañada por mucho brindis y aplausos permanentes desde un bar que la organización montó cruzando la calle.
Al comenzar el concierto fuimos recibidos, por lo que el presentador del evento dió en llamar, 'un aperitivo', que consistió en la ejecución de tres temas en solitario del guitarrista de Hancock. Un moreno nacido en Benin, Lionel Loueke, tres temas de lo que se podría denominar 'World Músic', tres temas, que no sólo fueron larguísimos ( 35 minutos aprox.) sino que fueron insoportables para mi, al igual que la mayoría del World Músic y el New Age, o talvez sería que la expectación se acrecentaba y uno no veia la hora.
Luego del aperitivo, llegó el plato fuerte, salieron todos al ruedo, encabezados por 'un siempre joven' Herbie Hancock, quien presentó una banda que sin duda es de lujo, con solo nombrar a Dave Holland comprar la entrada ya valió la pena, luego el baterista ex Zappa, ex Joni Mitchell, ex John McLaughlin, ex Bill Evans, ex Sting, ex Richard Bona, ex etc, etc, etc, háblo de Vinnie 'Catholic Boy' Colaiutta. Por último el saxofonista Chris Potter que antes de tocar con Herbie Hancock fue compañero de Dave Holland, luego llegó la presentación de las cantantes: primero la blonda Sonya Kitchell que nada que ver con 'Mitchell' y la morena Amy Keys que tampoco mucho que ver con 'Mitchell'.
Es que, es imposible, Joni Mitchell tiene una estatura como cantante que si Herbie Hancock hubiese contratado 5 singers no lo hubieran logrado, claro; aunque el talento como compositora de Joni Mitchell fue dignamente salvaguardado en este concierto, debo hacer honor a la verdad.
El repertorio del concierto fue el siguiente Actual Proof, River, All I Want, When Love Comes to Town ( donde las chicas se lucieron mucho y a lo grande! ), 7teens, luego el inolvidable y oportunamente registrado solo de Dave Holland, siguiendo A Song For You, Cantaloupe Island, y para el bis Chamaleon del primer álbum de HeadHunters.
Lo impresionante del show fueron los encuentros entre Herbie Hancock, Dave Holland y Herbie Hancock, Vinnie Colaiutta, claro está, ellos tres fueron el fuego sagrado de un Jazz con Mayúsculas en esa cálida y relajada noche, lo de Chris Potter estuvo a la altura, la mayor parte del concierto, es que, es imposible que no fuera así teniendo en cuenta el nivel de sus compañeros.
A Lionel Loueke se lo vio muy en la suya, pero sospecho que fue imposible que no sintiera (aunque sin verlo) la fulminante mirada de Dave por momentos, y salvo al principio con su 'música del mundo', cumplió, quedó claro tambien, que el de Benin es apadrinado en escena por Mr.Hancock.
Que Herbie Hancock es un monstruo sagrado lo sabemos todos y de sobra y lo demostró una vez más allí en vivo, que Vinnie Colaiutta tiene mucho más que oficio, es un drummer completo (que novedad).
Capítulo aparte para Dave Holland , Uff!!! hay cosas que no se pagan con dinero y ver a este artista es una de ellas, (y menos mal, con tanto concierto, viajes, cenas y hoteles quedé en bancarrota).
Dave Holland es un genio, y lo repito, es una genialidad la manera en que acompaña a Herbie Hancock en todo el sentido musical y escénico, recuerdo, lo hizo de la misma manera cuando le toco acompañar al eterno Miles Davis.Hace unas semanas pude disfrutar el extraordinario trabajo en vivo (y consiguiente solo de contrabajo) del magnifico Stanley Clarke en Cap Roig, para luego ver a este monstruo, cuando uno ve a esta gente lo primero que agradece a Dios es contar con el sentido del oido, además del de la vista, claro. Dave Holland no es un músico 'normal' y aunque todos lo sepan, quiero dejarlo bien claro.
Terminado el concierto los espectadores, como buenos europeos se retiraron todos, rapidamente y en fila, quedamos unos 10 o 15 enfermos para lograr algún album firmado, es comprensible claro, que de los 10 enfermos, 9 quisieran la firma de Hancock aunque no lo lograran, imagine, con su edad y tanto firmado, quien podría?
Así que, estudiado todo movimineto mi estrategia esta vez fue conseguir un disco firmado por Dave Holland y luego otro por Vinnie Colaiutta, y por suerte lo logré; después de todo, porque no iba a lograrlo? O a fin de cuentas, ellos no son gente común, normal y corriente como somos nosotros? Yo creo que sí.
Aunque luego de verlos y escucharlos se me hace muy difícil mantenerme en mi creencia.
Colaboración gentil, desde España, Alejandro Alvarez
jueves, julio 24, 2008
El Black power, grosso
Una fiesta bien paqueta en Los Angeles, en reconocimiento a los más destacados deportistas del planeta, con un fuerte predominio a los millonarios jugadores de basquet, football, hockey, baseball y golf, norteamericanos.
En esa fiesta hubo un punto alto de emotividad. De esas cuestiones que suelen conmover. Fue cuando se entregó el premio a la valentía "Arthur Ashe", el primer jugador de color en ganar un torneo grande de tenis (US Open, 1968). Ashe luchó por los derechos de los deportistas afroamericanos tratados, literalmente, como mierda.
Ashe luchó también en su vida contra las políticas del apartheid en Sudáfrica, mucho antes incluso de que la práctica se volviera moda. No obstante no le gustaba ser un símbolo y nunca quiso convertirse en un vocero de los negros radicales.
En su honor, los ESPY reconocieron a dos medallistas olímpicos negros en México 68 llamados Tommie Smith y John Carlos. Smith y Carlos pasaron a la historia con los puños enguantados en un podio al que fueron con medias negras. Para ello, y ahora que estamos en vísperas de los Olímpicos de Beijing, tomé prestada una editorial publicada por Clarín, por el periodista Ariel Scher.
Era lo que se sentía: México quemaba. No por las densidades del clima ni tampoco por las vibraciones intensas del deporte. No era calor, sino fuego lo que gobernaba el México de octubre de 1968, con la ciudad capital convertida en sede de los Juegos Olímpicos y una sucesión de récords sacudiendo la estadística. Dos puños en alto, dos puños negros enguantados en más negro, alcanzaban para hacer arder de pasión y de furia, de reclamo y de asombro, a todo lo que había alrededor. Tommie Smith y John Carlos, los dueños de esos puños hechos bandera, acababan de salir primero y tercero en la final de los 200 metros. Y subieron al podio para buscar más que medallas. Lo consiguieron: nadie pudo parar de mirarlos.
Smith y Carlos construyeron un gesto que dio la vuelta al mundo y que se instaló con forma de afiche en la historia social del siglo veinte. Sus puños alzados representaban el símbolo del "Black power" (Poder negro), el movimiento en el que se resumían las protestas y las aspiraciones de la comunidad negra en los Estados Unidos. Era un tiempo de convulsiones: Martin Luther King, el líder más notorio de esa comunidad, había sido asesinado en abril del 1968. Era un tiempo de fervores: sueños de cambio brotaban desde todas partes y la realidad era, en esencia, algo que podía ser transformado.
Tommie Smith, un estudiante de sociología de la Universidad de San José, tenía entonces 24 años y había jugado al fútbol americano y al basquetbol casi con la misma destreza con que corría. Su talento deportivo no le hizo tomar distancia de otras cuestiones y participó de los debates de los deportistas negros sobre el rol que les correspondía en las luchas reivindicatorias. Y si celebró su éxito dándole forma a una inolvidable protesta fue por dos razones: la primera, la más evidente, es que sentía en el alma la necesidad de manifestar su identidad y su bronca; la segunda, acaso menos notoria, es que detrás de esa protesta había todo un proceso político.
De frente a los Juegos de México, el racismo estaba en el centro de la escena. El Comité Olímpico Internacional (COI) se había destapado los oídos ante las demandas de diversos organismos y personas, y dejó fuera de competición a Sudáfrica y a Rhodesia, como sanción por el segregacionismo imperante en ambos países. Pero los atletas negros de los Estados Unidos querían más. Buscaban respuestas para los problemas específicos de su país. Los Juegos Olímpicos, un verdadero espacio político, resultaban toda una oportunidad.
En el año anterior a México, muchos deportistas discutieron sobre la conveniencia de participar o de boicotear la cita olímpica. "Si yo gano, soy un americano, no un americano negro. Pero si lo hago mal, entonces me llaman 'negro'", fue la consigna de cabecera que enmarcó los análisis. Finalmente la mayoría decidió ir. Y no con una actitud prescindente: el día en que arribaron a la Villa Olímpica, John Carlos y el saltador Ralph Boston exhibieron un cartel con la inscripción "Proyecto Olímpico para los Derechos Humanos".
Con esa historia detrás, el 17 de octubre vino la final de los 200 metros, la victoria de Smith, y la demostración del podio.
John Carlos afirmó: "Cuando Tommie Smith y yo alzamos nuestros brazos con las manos enguantadas y cerramos de a poco el puño, quisimos marcar que los negros nos dividimos mucho tiempo, pero ahora estamos completamente unidos".
Para el Comité Olímpico de los Estados Unidos fue demasiado: resolvió expulsar a Smith y a Carlos de la Villa Olímpica. La decisión suscitó indignaciones. Desde una ventana, un sábana blanca cobijó una leyenda que sintetizaba la mirada dominante de los atletas. Decía "Abajo Brundage". Avery Brundage, un millonario estadounidense, era el presidente del COI.
De todas las polémicas que despertó el castigo a los atletas, una es más que llamativa. En 1936, el COI no tomó ninguna medida contra los deportistas alemanes que durante los Juegos de Berlín desfilaban haciendo el saludo nazi. En ese entonces, se adujo que nadie era reprendido porque "no había que mezclar la política con el deporte". Curiosamente, a Smith y a Carlos los sancionaron por esa misma razón. Claro que mientras el saludo nazi implicaba congraciarse con el poder de turno, el gesto del Poder Negro significaba un desafío a los que mandan.
Después vinieron los ecos inmensos. Y una frase sonó más que todas: "La dignidad de los negros vale más que lograr una medalla de oro para los Estados Unidos". Hablaba Tommie Smith, deportista, convencido, campeón, un hombre que había ganado la carrera que más le importaba.
sábado, julio 19, 2008
Juventud, tesoro divino
Fue el estreno en Santa Rosa y me retiré del Jockey -no el viejo, donde solía escucharlo sino en el nuevo escenario, unos metros más adelante sobre la misma calle 9 de julio- con una sensación linda. Escuché aplausos, gente riéndose y muchachos y muchachas de treinta y pico que quisieron subirse a la máquina del tiempo con efecto rewind.
¿Qué te pareció la peli? -le pregunté a un amigo y hasta que no me lo dijo, no sentí lo que le pasaba a él.
"Es que Mollo y Arnedo no quisieron, supuestamente, porque sentían que se estaba lucrando con Luca" -le respondí.
- ¿Triste?
jueves, junio 12, 2008
MAGNA JAZZ III
C.A.S. aportó mucha seriedad y momentos de emotividad, Lo Vuolo conquistó al público en el cierre de su set y Ramiro Flores lideró una formación con un enorme camino por delante.
Pasó la tercera edición de Magna Jazz el sábado en el Aula Magna de la Universidad, pero la música no pasa, aún permanece en el aire y en los oídos de los espectadores que asistieron a esa noche.
La apuesta, desde la Secretaría de Cultura y Extensión Universitaria de la UNLPam en conjunto con un grupo de productores locales y el sostén de cultura del municipio y el gobierno de La Pampa, demás instituciones oficiales y privadas, mantuvo el estilo y el nivel de las anteriores. Acaso fue la más dinámica de las tres y la más variada en cuanto a las propuestas musicales de un género que, aún en esta ciudad, mantiene un lugar muy reservado.
Conservando el concepto estético -una marca de las anteriores ediciones- y con una ambientación muy cuidada del hall y el escenario a cargo de Antonia Sapegno, el concierto comenzó con la actuación de los santarroseños de C.A.S. José Jerónimo, acaso uno de los profesionales más prestigiosos del medio, generó un clima de calidez muy oportuna para sostener la balada del comienzo del show, “So sorry for your love” interpretada a dúo por María Emilia Sapegno y Camilo Camiletti.
Lo que vino después fue la confirmación de una formación que, con respeto por el sonido original de las canciones, los sutiles arreglos de Manuel Gerez y la constante búsqueda, se ha ganado por derecho propio un lugar en el reconocimiento doméstico del género. C.A.S., a esta altura, merece ya una oportunidad en la escena en donde se cocina el jazz argentino de estos días. Buenos Aires no debería ser una barrera para el quinteto de músicos pampeanos.
El segundo número de los tres previstos lo tuvo al pianista santafesino Francisco Lo Vuolo como protagonista. El visitante, por primera vez en Santa Rosa, deslumbró al público por el virtuosismo con el que encaró su set. En versión de trío, con Jerónimo Carmona en contrabajo y Eloy Michelini en batería, Lo Vuolo repasó un repertorio de jazz contemporáneo y moderno, interpretando standards que arrancaron muchos aplausos del público.
Lo asombroso de Lo Vuolo fue la manera en que ejecutó el instrumento, su capacidad de fraseo y la impresionante velocidad para generar un clima que mereció un regreso por la aclamación del público presente.
Tras un intermedio en donde la gente compartió la degustación de vinos Cafayate de La Bodega en la galería que presentó la muestra el peso del color, la materia y la conciencia del plástico santarroseño Mario Barrera, subió al escenario Ramiro Flores, quien clausuró la tercera edición de Magna Jazz.
Flores, quien desembarcó por segunda vez en Santa Rosa (el año pasado había acompañado como sesionista a la orquesta de Mariano Otero), presentó su disco solista “Flores”. Se mantuvieron Carmona y Michelini en el escenario, además de Hernán Jacinto en teclados y Juan Canosa en trombón.
El saxofonista y compositor, quien es uno de los más activos músicos en la escena de Buenos Aires, lideró a una formación que generó los mejores climas a partir de la exquisitez de Michelini y la soberbia para sostener cada canción de Carmona.
Flores, con un enorme curriculum sobre sus espaldas, hasta se atrevió a cantar “Barcos” y se hizo dueño del escenario. El pico más alto fue “Zap”, un tema en donde emula por momentos el sonido de John Coltrane en el genial disco Kind of Blue. Los solos de Carmona, Jacinto, Canosa y el propio Flores, fueron largamente reconocidos por el público que disfrutó de la propuesta en poco más de dos horas y media. Un estado de jazz que resuena en los oídos de quienes participaron de una noche diferente en donde navegaron la calidad, el virtuosismo y el sonido juvenil que aún perdura.
miércoles, junio 11, 2008
domingo, junio 08, 2008
Música
Gracias infinitas a los que fueron. Una palabra bastará para sanar la amargura efímera de que muchos no lo disfrutaron. Si gustó y fuiste, está fantástico. Es el mejor remedio.
miércoles, mayo 07, 2008
jueves, abril 17, 2008
Cuento
Leandro miró hacia abajo y estaba él. Recostado. Sangrando. Muerto de frío. Con los labios violetas y tembloroso.
- ¡Levantate por favor!
- ¡Maaaaaaaami!
Para subir la colina había que tener piernas de ciclista y pulmones de maratonista. Leandro tenía ambos atributos que le había dado la naturaleza. Lo único que hacía era cortar los leños a diario, arrear los animales y despostar las vacas las madrugadas de los primeros lunes de cada mes para ser repartidas en el pueblo.
María Paula ordeñaba las vacas. Sacaba la leche y la depositaba en los recipientes de metal de 200 litros. Además recolectaba los huevos que las ponedoras dejaban distribuidos en la pequeña parcela, al pie de la montaña y junto al río. Pero siempre en una zona delimitada por alambradas. Los perros, amaestrados de pequeños, alertaban sobre las posibles huidas de las gallinas, las vacas y los caballos de Leandro.La casa, modesta, hecha de roble canadiense, se parecía a las de las películas que narran historias con lagos como fotografías extraordinarias.
Se trataba de ilustrar un escenario natural y la vida que hay en él. Porque allí también respiran los animales y los seres humanos, muchas veces analfabetos, pero sobrevivientes de la naturaleza en un hábitat alejado de las confortables casas de millones de dólares y el glamour de los autos japoneses, las camisas italianas y los perfumes franceses.
María Paula tenía ojos verdes. Dos trenzas rubias que caían sobre sus pechos, hasta la altura de los codos. Unas piernas largas pero fibrosas, como la de las gimnastas, y un trasero envidiable para cualquier chica de ciudad. Figuras como esas, capaces de modelar para Galeano, se conseguían también en los campos.
Julián llegaba dos veces por semana a la granja a recoger la cosecha de la familia Etcheverry. En ocasiones, cuando Leandro salía a la montaña con sus perros como compañeros para mantener unido al rebaño, dejaba sola a María Paula para realizarle la entrega a Julián, un apuesto veinteañero de porte grande, morocho y con cabello despeinado hasta los hombros.
- ¿Puedo servirte un té? –le ofreció María Paula.
- Estaría bien. Pero tengo cinco minutos. Me quedan cinco granjas más para cubrir.
María Paula sabía que Leandro no volvería hasta entrada la tarde. Julián llegaba tres veces a la semana, en una de ellas, quedaba a solas con María Paula. Es que Leandro salía a hacer el recorrido junto a las ovejas, temprano. Podía demorar hasta cinco o seis horas en regresar. Uno de esos días no se topaba con Julián. Leandro era tan obsesivo y meticuloso que su cabeza funcionaba como una perfecta computadora.
Era mayo de 1985 cuando una tormenta huracanada terminó con todo. Cereales perdidos por el granizo, un galpón donde guardaba sus herramientas, las sillas de los caballos, su camioneta y el pequeño tractor destrozado. La casa soportó casi estoicamente, pues la construcción era sólida, pero después perdió todo. Animales muertos, cerdillos duros como embalsamados, gallinas desplumadas y una docena de vacas muertas trágicamente con hierros incrustados en sus cuerpos. Unas cincuenta –y el par de caballos- habían logrado sobrevivir.
Con ello se frustró un trozo grande de un sueño. Leandro quería comprar un lote lindante, tener más animales y expandirse, tener más riquezas para generar más riquezas. Construir una casa más confortable, de material, y poder gozar de un día de pesca a la semana. Cambiar su hábito.
Aunque, frustrado, lo intentó de nuevo. Compró algunas vacas más, cerdas y padrillos, ponedoras y algunas semillas.
Todo le había costado más que antes. Incluso comenzaron a aparecerle intensos dolores en sus hombros y en su pecho.
“Debe ser el esfuerzo” –monologaba en silencio, buscando excusas a una causa peligrosa. Mientras todo parecía encausarse, los dolores intensos recrudecieron. Estaba a mitad de la colina y había empezado a perder la memoria. No recordaba a qué hora había salido de la casa y para qué.
María Paula empezó a asustarse.
- ¿Cómo que no te acordás? Te fuiste con los perros a buscar las ovejas. Saliste hace siete horas.- ¡Siete horas! Lo dudo.
- Leo, ¿Qué te está pasando?
- Me querés hacer pasar por loco. Pero estoy más cuerdo que vos y toda tu puta familia. Todos esos gallegos de mierda que son incapaces de venir a ver si necesitamos algo.
- Pero Leo…
- … Leo nada. Tengo razón. Siempre tuve razón.
Bastaron dos segundos para verle la boca a Leandro, embadurnada de saliva, sus ojos con ramilletes rojos y las inmensas venas de su cuello forzando las palabras. No era el Leandro que Paula había conocido.
Mientras lo observaba, se secaba las lágrimas con las yemas de sus dedos índice y gordo y cerraba el puño izquierdo para correr esas lágrimas de sus ojos.
- ¿Y ahora por qué llorás?
- Es que nunca fuiste así…
- ¡Porque tengo razón! Vos querés hacerme pasar por un loco, por una bestia.
- Lo único que te pregunté fue por temor a que te pasara algo. Yo acá, esperando, sola…
- ¿Sola?
- Sí, sola.
- Me estás mintiendo. Sabés que no soy tonto. Hoy es día de recolección y Julián vino.Leandro lanzó una escena de celos sacada de otra historia. Y esta vez no fue por una copa de vino, directamente tomó la botella de la heladera, le sacó el corcho como si tirara de un hilo descosido para arrancarlo de una camiseta, y se la llevó a la boca. Tomó un trago, se secó con la palma abierta de su enorme mano izquierda los restos de vino que caían por la comisura, y bebió de nuevo.Paula empezó a asustarse más, sobre todo, porque temía que Leandro tuviese, de repente, una actitud violenta. Como nunca antes.
- ¿Qué mierda estás mirando?, ¿No puedo tomarme mi vino? Trabajo todo el día para sacar esta chacra adelante, quiero que todo sea como hace dos años…
- Está bien Leo. Pero te pido que te tranquilices. Esta violencia lo único que puede hacer es matarte lentamente.
Leo desabrochó su camisa tipo escocesa con cuadros rojos y negros. Debajo llevaba un camisolín blanco sudado por esas gotas de alcohol. Arrugó su boca y cerró sus ojos. El dolor intenso en el pecho había aparecido nuevamente. Se sentó para ahuyentar ese fantasma y abrió los brazos que cayeron como dos mancuernas de acero a los costados del sillón de cuero hasta dormirse profundamente.
María Paula le tendió una frazada de lana y fue a la cama. Leandro durmió profundamente.Al día siguiente salieron de compras a la ciudad como si el episodio hubiese sido parte de un sueño. Leandro se avergonzaba de lo ocurrido. Para tapar ese negro hueco, decidió comprarle flores en la esquina del cementerio del pueblo.
“Si me muero, no me traigas acá. Es un espanto este cementerio. Prefiero que me quemes y después me tires en la colina” –dijo Leo, entre risas y con buen humor.
“Vos no te vas a morir. Vamos a salir adelante. Vamos a volver a ser dos en uno mismo. Y tal vez más, y más…” –se ilusionó Paula.
De regreso a la casa, Leandro cocinó un pollo que había apartado antes de salir al pueblo. Lo mató sin piedad, como si se matara una mosca con esas paletas plásticas que se consiguen en las casas de baratijas. Sólo que Leandro tomó el cuello del ave y golpeó la cabeza en el borde de un ladrillo y luego la arrancó hasta desangrarse.
Luego de depositarlo en agua hirviendo para quitarle con más facilidad el plumaje, lo llevó al horno a 180 grados con unas papas, batatas y cebollas de la huerta.
María Paula dispuso los cubiertos, una pequeña de centro de mesa –porque el romanticismo no es sólo propiedad de los grandes restaurantes de las ciudades- y dejó la ventana abierta, desde donde podían contemplarse las estrellas y la luna que empezaba a llenarse.
“Mañana tengo que llevar a las ovejas. Esta noche quiero descansar bien porque tengo que clasificar los alimentos, las verduras, los huevos y los pollos, antes de salir con las ovejas” –dijo Leandro antes de irse a la cama.
El sol se confundía en el horizonte, en esa conjunción de rojos amarillos. Podía reflejarse en el lago, con la bruma montañosa y el aroma de las flores silvestres, perfumadoras naturales de la existencia. Era un buen día para llevar las ovejas a pastar. Sacarlas a campo abierto, que ejerciten sus músculos y se alimenten de la mejor hierva. Con ellas caminaría, como cada semana, durante horas, perdido en el monte, de a pie y paciente, hasta respetuoso de los tiempos del rebaño.
“Es hora de irme. No olvidés entregar la mercadería clasificada en los cajones”, le indicó Leandro a María Paula.
- Tengo algo que decirte.
- Ahora no, tengo todo listo para irme.
- Pero es importante y quiero que lo sepas.
- Luego, cuando regrese.
Leandro hablaba seco. Cuando se enfrascaba en su trabajo parecía ingresar en un mundo diferente, solo contra todo, con comportamientos egoístas, como envuelto en un traje de luchador que pretende una revancha y que, en sus sueños, se imagina vencedor. De ese modo es que pretendía rehacer su pequeño imperio luego del desastre, después del caos en el que había perdido casi todo su trabajo de años.
María Paula lo despidió como siempre. Lo miraba unos metros cuando su enorme figura empezaba a achicarse camino a la colina. Siempre repetía esa escena, como una marca inalterable. Pero en ese momento Paula sentía un vacío en su corazón, como un gran empacho o un dolor de cabeza que necesitaba de una aspirina. Su aspirina sólo consistía en la palabra y el testimonio, pero apenas encontró los oídos aturdidos y sordos de Leandro.
Paula quedó sola, una vez más. Fue hasta la granja a recolectar huevos, desparramar al voleo maíz para las gallinas y los chanchos. De pronto se adelantó Julián, con su camioneta repartidora con cúpula. Abrió la tranquera y la estacionó rompiendo la puntualidad inglesa que lo caracterizaba.
“Hola Julián. Te adelantaste una hora” –le hizo notar María.
- Sí. Es que desde esta semana surgieron dos nuevas chacras. Entonces tuve que armar un nuevo recorrido. ¿Estás triste?
- No. ¿Es que mi rostro refleja tristeza?
- No es que refleje tristeza. Pero sí amargura, es lo que transmite tu rostro, el de una mujer tan linda y pura que poco sabe de ingratitudes. Ante la primera señal, tu rostro te delata.
- Es que...
- … ya sé. Te preocupa Leandro.
- Claro... No sé cómo decirle.
Sorpresivamente Leandro apareció a buscar una medicina para algunas ovejas con problemas dermatológicos. En la cocina Julián acariciaba la panza de María Paula, parado a un costado de la mesada, cuando los perros salieron decididos al encuentro con Leandro.
“¡Hija de puta!” –le gritó. “Me rompo el lomo para sacar esto adelante, trabajo y vos me hacés esto”.
La puerta se cerró violentamente con el empujón de Leandro, fuera de si por completo. A Leandro empezó a dolerle como nunca el pecho. Pero agarró la botella de vino de la noche anterior, la partió contra la pared y con el filo le apuntó derecho al corazón de María Paula, quien se derrumbó de inmediato, apoyando primero sus rodillas y luego su pecho en el piso, como un árbol talado que cae en cámara lenta.
A Julián le apuntó con el rifle recortado. Le ató las manos, lo golpeó con la culata y lo llevó a la colina, cargado sobre su hombro con un viejo repasador como bozal.
Leandro se quejaba por los dolores. Pero su sed de venganza lo había obnubilado por completo.
Caminó una legua. El sol era tan fuerte que atravesaba con poder las nubes y castigaba sobre la espalda de Leandro, lanzado a su objetivo como un tren bala.
Lo bajó junto a una arboleda. Le quitó el repasador de la boca, pero no desató sus manos. Cuando Julián despertó encontró el ojo derecho de Leandro pestañando mientras lo posaba en la mira. El disparo sonó seco y el proyectil se hundió en el hombro izquierdo. Julián gritó tan fuerte que quedó afónico. Atinó a correr, barranca abajo, mientras Leandro recargaba -como un frío asesino- su escopeta.
Julián alcanzó a recorrer 30 metros hasta tropezarse con una piedra. Cayó desmayado. La sangre recorría la camisa blanca, agujereada por el balazo.
Leandro miró hacia abajo y estaba él. Recostado. Sangrando. Muerto de frío. Con los labios violetas y tembloroso.
- ¡Levantáte!
- ¡Maaaaami!
- ¿Qué hacías con mi mujer?
- ¡Maaaammi!
Leandro insistió. Una y otra vez. Y, con el poco aliento que le quedaba, Julián alcanzó a balbucear: “María Paula quería decirte que si era varón se llamaría Leandro...”.
Leandro se tomó el pecho por última vez. Caminó hasta el árbol. Se sentó y antes de apretar el gatillo con la escopeta en su frente, miró a sus ovejas.
jueves, abril 03, 2008
Me di el gusto
La nota completa en El Diario de La Pampa.
martes, abril 01, 2008
Ahora las poesías están en casa
Tuvo que esperar un rato largo Juan Carlos Bustriazo Ortiz para recuperar su obra, la que había pedido en los últimos días públicamente. Fue ayer, cerca de las 20 horas, cuando acompañado de su mujer, Lidia, y su abogado, Pedro Salas, salió de la escribanía de Yolanda Martínez, lugar elegido por Dora Battistón para desprenderse del poder que le había otorgado quince años atrás el poeta. “Yo les di la custodia porque estaba enfermo, por eso quise que ellos la cuidaran”, le había dicho Bustriazo a El Diario días atrás. “Pero ahora quiero que la señora Battistón me devuelva hasta la última hoja, ni un poema más, ni uno menos”, agregó.
Hoy Bustriazo tiene lo que le pertenece en sus manos. Sin custodias. Son escritos no encuadernados pero sí ordenados y discriminados cronológicamente, gracias a un trabajo que cumplió la profesora Battistón -acaso una de las personas que más comprenden y conocen la literatura de Bustriazo- mientras tuvo los poemas en su poder.
“Estoy feliz”, dijo entre emocionado y silencioso Bustriazo, cuando la escribana Martínez abrió las puertas para fotografiar el momento. “Demoramos un tiempo porque son muchas obras. Además, Juan Carlos, cuando se encontró con la primera poesía, ya se emocionó”, contó Salas.
Una recopilación de esos poemas escritos en treinta años iba a formar parte de una publicación próxima -que ya tiene editadas hasta las tapas- de cuatro libros. No se sabe qué ocurrirá ahora, cuando el dueño de la palabra tiene en sus manos un trozo de esa publicación.
Vestido impecablemente con una camisa anaranjada, el poeta de Elegías de la piedra que canta, Unca Bermeja, Poemas puelches y el Libro del Ghenpín (la última de las publicaciones) llegó a la escribanía a las 17:20 en compañía de su abogado y su mujer. Caminaba presuroso, ansioso por tener entre sus manos los poemas que, según se dice, podrían formar parte de 79 libros. La ceremonia de firmas y comprobación de la documentación se extendió por casi tres horas. Después Bustriazo, entre agotado y feliz, disfrutó del momento. Y se marchó agradecido.
lunes, febrero 11, 2008
opinión
Los años pasan, las instituciones quedan, ¡y los hombres también quedan! (cualquier semejanza con la política es pura coincidencia).
Estudiantes tuvo, en todos los años de básquetbol profesional (desde su participación en el TNA, donde llegó tras adquirir una plaza, hasta este presente en la tercera categoría del país), al mismo cuerpo dirigencial mutador de cargos detrás de un grupo de hombres que supieron ponerse la camiseta Celeste. No hubo, desde luego, lugar a nuevos conductores y sí muchas migas y reuniones vanidosas, como si ser parte de la cúpula de un club respondiese a un contrato de prestación permanente de servicios con el Estado provincial.
Este tipo de dirigencia, funcional al gobierno de turno, es la que trató -con muy poca fortuna- de sostener un equipo en el plano nacional. Es altamente probable que, en una encuesta de aficionados al deporte en Santa Rosa, el básquetbol ocupe un lugar secundario, y también es probable que jamás se hayan utilizado estrategias con el propósito de captar al público (no es necesario tener en la pared de una oficina un diploma de licenciatura en marketing para lograrlo, solamente organizar un proyecto serio y llevarlo a cabo).
El club atraviesa hoy por un momento crítico. Las categorías inferiores, imbatibles durante años en los torneos provinciales de la Federación Pampeana de Básquetbol, perdieron peso, juego y, sobre todo, diversión. Y eso obedece, pura y exclusivamente, a un espejo que muestra figuras difusas.
Se dice siempre que en la vida lo más difícil es ser coherente. Lo prueba la cúpula del club, a quien poco parece importarle si un chico come una manzana al mediodía, o si tiene gas en su casa para calentar agua para hervir fideos.
Guillermo Vilas cuenta siempre que consiguió ser uno de los mejores tenistas de la historia -además de gracias a su inconmensurable talento- porque su vida estaba planeada, dentro de una cancha o fuera de ella. No le fue mal. Pero ejemplos como el de Vilas no abundan.
En esta temporada, después de un frustrado intento por jugar el TNA (tal vez fue la única decisión acertada), un par de nombres jóvenes quedaron a cargo del equipo, los que con mucha voluntad triplican esfuerzos en medio de un desierto plagado de necesidades. Todo frente a la mirada de aquellos dirigentes de las buenas migas con el gobierno provincial que, durante los juegos de local, pasan sin pagar peaje e insultan hasta la afonía como si eso los hiciera más hinchas.
Con el propósito de “evitar” gastos “desmesurados”, envían una combi y al grupo de jugadores el mismo día del juego, con tique de regreso inmediatamente después del partido. No sea cosa que el jugador descanse una noche en un hotel, almuerce o cene.
Los protagonistas -jugadores y cuerpo técnico-, que no necesitan de yelmos para salir a la cancha, son los que sueñan con sacar la cara por el club. Con todo el peso psicológico de la situación que ello implica en cerebros juveniles y en caras donde el acné se instaló transitoriamente.
Queda la sensación en el aire de que las vacas gordas entraron en huelga de hambre hace rato. La gobierno-dependencia parece ser el fin último para hacer básquet y hoy, que el Estado decidió mirar para otro lado (lejos quedaron los tiempos del desembarco a la institución de “celebridades” como el de Patucho Alvarez), la dirigencia hace oídos sordos a la búsqueda de patrocinio privado para sostener un proyecto. Es falaz el concepto remachado hasta el hartazgo de que “nadie quiere poner un peso”. En todo caso habría que remitirse a la causa para entender la consecuencia.
La falta absoluta de respeto hacia las personas que representan a un club es alarmante. Cargar la mala campaña al mero resultadismo sería -sobre todo en esta temporada que transcurre- poco menos que descarado. La realidad, en esta versión de un equipo que se gana todo el respeto por derecho propio y porque el corazón de cada integrante del equipo es tan grande que una derrota siempre tendrá justificativos ajenos al juego mismo, debería analizarse desde otro costado.
Se bajaron del barco -por razones económicas- Mariano Tagliotti, Maxi Maneiro y Ramiro Díaz Cuello. “Si se quieren ir, tienen las puertas abiertas. Nosotros no les podemos pagar”, les dijeron los dirigentes. Una reflexión tan dura que podría emparentarse con la expulsión de los perros callejeros de un vecindario ajeno.
No existió desde la cúpula de la institución un razonamiento puertas adentro de lo que ocurría con el básquetbol en los últimos años. Y eso es lo que duele.
Los jugadores toman agua caliente de la canilla porque no hay dinero para el agua mineral. Los jugadores comen sándwichs, porque no hay dinero para cereales. Los jugadores piden dinero prestado, porque a fin de mes no cobran. Los jugadores salen a la cancha, pierden, pero no importa. Total son jóvenes y las malas experiencias se borran con nuevos desafíos. Pero ¿se borran fácilmente? Es una pregunta que difícilmente se realicen aquellos personajes que navegaron en mares de trueques. Pero hoy, como La Pampa, Estudiantes es un viejo mar donde navega el silencio. Y así raro es que la siembra tenga buenos rindes.
JMS
lunes, enero 21, 2008
Vals
VALS PRIMAVERAL
Quiero hacer de tu cielo mi cielo
las estrellas más bellas tocar
como dos golondrinas que un día
decidieron volar y volar
como dos golondrinas que un día
decidieron volar y volar
Mil jazmines y rosas tendrás
y angelitos, que te cuidarán
cuando baje del cielo la noche
para amarte una y cien veces más
cuando baje del cielo la noche
para amarte una y cien veces más
Pero ay... por este dolor
ay... no quiero sufrir
yo prefiero bajar los telones
callar este bombo
y en silencio dormir
yo prefiero bajar los telones
callar este bombo
y en silencio dormir
Una lluvia insistente dibujo
en mis solos instantes de amor
y no puedo abrazar las distancias
que agiganta esta nuestra pasión
y no puedo abrazar las distancias
que agiganta esta nuestra pasión
Si el camino se parte en caprichos
y el recuerdo nos hace extrañar
estaré aquí y seré tu consuelo
mi linda primavera ideal
estaré aquí y seré tu consuelo
mi linda primavera ideal