viernes, octubre 06, 2006

musica

EL CHOQUE URBANO
Cuando el sonido está entre nosotros


El Choque Urbano pasó por Santa Rosa y cautivó, con un espectáculo vertiginoso de principio a fin, a los seiscientos espectadores que reventaron el Club Español.
¿Qué es El Choque Urbano?, basicamente un equipo que capaz de transmitir un mensaje cargado de ironía, humor, tristeza y alegría, con once personajes distribuidos en el escenario en donde cada uno es capaz de cumplir su rol protagónico y transportarse, como mágicamente, para ocupar la piel del otro.
El Choque adopta los sonidos diarios, esos que se escuchan pero que suelen pasar desapercibidos, y los convierte en melodías. Conducidos por Santiago Relin, el director musical que en todo momento deja la impronta de su omnipotencia, los alumnos emergen de sus tachos gigantes como cápsulas de acero y cobran vida fuera de ese cascarón metálico.
El ruido se ordena y la percusión tiene un sentido. Transformadas en criaturas salvajes que llegan al planeta, comienzan a deambular por el mundo santarroseño con pasos marcados y ruidosos tambores caseros y tachos de plástico reciclados. Nada más allá del mundo real.
Mientras avanza la obra y la percusión parece quedar en el olvido, hay tiempo para el baile que comienza con un malambo y diez pelotas de básquet picando sobre el suelo de madera. La danza nacional se confunde con la representación del deporte (el fútbol, básquet y ping pong) con el propósito de emitir sonidos, siempre en un espacio imaginario construído sobre el escenario y en el que todo parece estar permitido.
La inocencia infantil se representa musical y teatralmente. La burla al director del pez más pequeño queriendo deshonrarlo, es seguido del castigo.
En la timba se representa la esperanza del ser humano común, el que búsca el golpe de suerte para asomar la cabeza en tiempos de vacas delgadas. Siempre, con palmas, voces y gritos en idiomas propios en donde se licuan el argento, el francés, el ruso y el italiano, influencias de un país que abrió sus brazos en tiempos de guerras mundiales.
Relin llega con una bolsa en soledad y la arroja sobre el escenario. Es una bolsa que contiene sorpresas. Y esas sorpresas no son más que otras bolsas, con las que también es posible alcanzar el entretenimiento. Y, desde ya, el sonido particular agitado hacia arriba y abajo a los cuatro vientos.
Dos monólogos sonoros se roban la noche cuando una de las criaturas parece entrar en escena (con un gran manejo corporal) como ganando identidad propia mientras se prepara el terreno para el acto final. El otro, con el sonido de las palmas golpeando su pecho, el abdomen, las piernas y el chasquido de dedos como disparador de un nuevo concepto musical.
Esta recorrida urbana finaliza con la fiesta y los once actores involucrados en su propio peregrinaje. El club se convierte en una discoteca por veinte minutos incansables y a pura acción. El sampler casero vuela cuando las paletas de goma golpean con potencia sobre siete caños de pbc; el bombo no para un instante; las bocinas aportan su toque grácil y el punchi punchi está más vivo que nunca en un combo ideal de sonidos reciclados que El Choque Urbano se adjudica por un rato para luego soltarlos y dejarlos libres para que cada uno se los apropie.



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