Just Basquiat

Con una brocha empapada de pintura blanca pintó una pared y cambió la historia del arte. Sedujo a artistas y a galeristas.
Facturó millones. Antes de pintar, tuvo una banda punk. No hablaba de dinero, al menos del suyo. Adoraba la fama. Warhol lo admiraba y lo fichó como aliado y amigo.
Madonna se enamoró de él, un rato. Sus padres fueron su lastre. En una entrevista le preguntaron qué haría si supiese que le quedaban 24 horas de vida: luego de pensarlo mucho contestó que las pasaría con su madre y su novia. Murió de sobredosis de heroína a los 28 años, solo. Había nacido en 1960 en Brooklyn.
Su madre lo sobrevivió y no estuvo ahí. Su novia ya lo había abandonado, como casi todos sus amigos.
Su vida: un rugido que despabiló multitudes y lo ensordeció para siempre.
Hoy Milán lo festeja con lo que sus organizadores llaman la mayor retrospectiva jamás realizada sobre su obra.
El mundo entero lo venera sin fisuras y se babea ante la sola mención de su nombre.
El ya lo había intuido: la misma vieja mierda.
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